Puede suceder que, en ocasiones, pierdas el control de las emociones o que reacciones de una manera exagerada e irracional, que no puedes controlar. No es algo nada extraño, ha sido un secuestro emocional.
Hoy quiero compartir contigo lo que significa ese término, también conocido como el secuestro de la amígdala, y que está ligado con la inteligencia emocional.
¿Qué es el Secuestro Emocional?
Se define como una ausencia de control emocional momentánea ante una situación, tomando una reacción totalmente desmedida y que, una vez ha pasado, suele producir cierto arrepentimiento en la persona que lo sufre. El término fue acuñado por Daniel Coleman, precursor del concepto de la inteligencia emocional, de la cual te hablo en este artículo.
¿Y por qué se llama también secuestro de la amígdala? Los estudios de Coleman se basan en el trabajo de Joseph LeDoux y que demuestra que hay ciertas emociones que viajan desde el tálamo a la amígdala, sin hacerlo previamente por las regiones cerebrales superiores o el neocórtex.
Normalmente, el tálamo recibe una serie de estímulos sensoriales y los pasa al hipocampo, donde están registradas las experiencias previas vividas, enviando la información correspondiente a la parte del cerebro racional.
Sin embargo, aquí el procesamiento pasa directamente a la amígdala, conocida como la parte irracional del cerebro. Esto es porque el estímulo recibido coincide con el registro de experiencias como una situación de “lucha, situación de vuelo o congelación”, una respuesta fisiológica vinculada una reacción de lucha o huída. En esos momentos, se puede decir que alguien ha sufrido un secuestro emocional.
En este sentido, se podría decir que es una especie de cortocircuito que pasa de todo el proceso racional del cerebro, generando esa reacción desproporcionada. Este tipo de respuestas pueden llegar a ser fisiológicas, en forma de taquicardia, ansiedad o incluso fiebre.
Causas del Secuestro Emocional
Todos podemos padecer más o menos episodios de secuestro emocional. Esto se debe, entre otras cuestiones, a que era la forma habitual de procesar emociones hace miles y miles de años.
Nuestro cerebro “primitivo” funcionaba de esta manera y era normal porque tenía amenazas externas mucho más virulentas y era cuestión de supervivencia. Funcionaba como un sistema de alerta ante depredadores, rápido y eficaz, que le llevaba al ser humano a tomar una decisión rápida: luchar o huir, como he comentado antes.
Vale, ahora ya sabemos de dónde viene ese instinto y ese tipo de reacciones, ¿pero por qué se produce hoy en día? Actualmente, en nuestra sociedad, no tenemos amenazas que nos obliguen a tomar una decisión inmediata de lucha o de huída. Sin embargo, hay un componente común a ambos casos: el estrés.
Otra de las cuestiones más interesantes de este tipo de episodios reside en el arrepentimiento que se suele producir después de este tipo de reacciones. Se trata de una resaca emocional, producto de las hormonas que todavía están circulando después de que el estresor haya llenado nuestro cuerpo de adrenalina y cortisol.
Evitar el Secuestro Emocional
Hay diferentes técnicas que te pueden ayudar a no “saltar” ante los estresores. Seguro que has oído alguna vez que hay que contar hasta 10 o respirar profundamente antes de decir o hacer nada.
Pues bien, efectivamente es una técnica que funciona muy bien, puesto que al contar o respirar detenidamente se consigue activar la parte racional del cerebro, la cual había sido inhibida por la amígdala.
Eso sí, este tipo de técnicas pueden ser útiles en ocasiones puntuales, pero si sufres con frecuencia de este tipo de secuestros, es probable que necesites tomar medidas de autocontrol de mayor calado.
Un proceso que va desde el propio reconocimiento de que puede sufrir esos episodios de secuestro hasta cómo poder lidiar todos los factores que generan estrés, en un cambio de hábitos más profundo. En este artículo te hablo sobre la gestión del estrés.
Gracias a ello, este tipo de prontos que no sabemos muy bien de donde vienen los podrás controlar mucho mejor. Dejarás de hacerle tanto caso a la amígdala que nos impide razonar en momentos de estrés.